
En Aragón el imaginario progresista de la Transición se ha quedado obsoleto; en su momento, la generación de Labordeta y Gastón supo analizar y proponer alternativas. Hoy en día nos hemos quedado allí, en esas viejas ideas, las cuales van dando vueltas sin que se hayan resuelto. Se genera una sensación de frustración, de no avanzar en lo colectivo. No tenemos un relato alternativo de consenso.

Aunque pueda parecer paradójico, la derecha tolera mucho mejor la pluralidad consustancial a la política y está acostumbrada a la rivalidad y el enfrentamiento. Quizá sea porque entiende como algo legítimo la ambición personal y comprenden el innegable hecho de que el elemento sustancial a lo político es el conflicto, el enfrentamiento; y que solo a partir de este suceso constituyente pueden derivarse las políticas de alianza y apoyo mutuo para conseguir fines colectivos (en su caso, los de la clase dirigente).