Lo siento, pero no es así...

Lo siento, pero no es así…

Toca verano, tórrido y con ganas de desconectar, aún con todo, tenía pendiente alguna lectura de textos muy relacionada con las premisas básicas del blog, el pensamiento anticolonial. Toca volver a estos temas y debates que se circunscriben a lo de siempre, el difícil equilibrio entre la lucha nacional y la social. La crisis del independentismo aragonés es profunda, con unos espacios políticos en clara regresión y sin unidad de acción más allá de la idea de defender el soberanismo progresista aragonés. La quimera del Bloque Independentista de Cuchas duró un tiempo y se disolvió como un azucarillo. Purna formó parte de esta coordinadora y ahora desgrana un alejamiento del independentismo como vía útil para la emancipación del pueblo aragonés. Justo en un momento crítico, por el atosigamiento de la extrema derecha a todo lo que ellos imponen como normal, el españolismo rancio de toda la vida.

¿Qué es Purna? Parece obvio explicarlo pero por contextualizar, nos podemos fijar en la definición que realiza su propia militancia: organización juvenil comunista de Aragón (https://purna.info/purna), que apuesta por la construcción del socialismo en las luchas en las que la clase trabajadora toma partido. Esta sería la foto fija de su última asamblea nacional (febrero de 2022), pero Purna viene de la fusión de varias organizaciones juveniles de la izquierda indepe, allá por 2010, entre ellas la histórica Chobenalla Aragonesista. Su legado le permitió crecer como un frente de lucha juvenil, con una clara apuesta por el feminismo y los derechos LGTB, sin renunciar a la construcción nacional por la vía de la autodeterminación.

Esto de lo que escribimos no viene de ahora. Los avisos y debates estaban encima de la mesa hace bastante tiempo. Y llevamos un 2022 con escenarios similares en otros movimientos soberanistas, con una impugnación generacional, que en parte, no en el todo, recoge algunas de las cuestiones que abordamos.

Una de las ponencias aprobadas por Purna se titula Sobre la cuestión nacional, en ella se desarrollan a lo largo de 17 páginas, una serie de posiciones e ideas sobre Aragón y el Estado español. En la propia introducción ya se asume que la evolución de la organización había desdibujado algunas cuestiones terminológicas, algo lógico y normal, ya que nada es eterno. Se alude a términos como independentismo, aragonesismo revolucionario o soberanismo. Se justifica que la propia militancia ha superado las posiciones oficiales, las que crearon Purna en su momento, y a partir de aquí viene lo grueso de lo que vamos a comentar.

Se plantea una primera parte en la que se categoriza el concepto de nación, muy relacionado con el siglo XIX y el desarrollo del sistema capitalista y la instrumentalización que se hace de la patria al servicio de la burguesía. La nación como producto histórico de esta clase para someter a las clases subalternas y populares, obviando que hay lealtades territoriales anteriores a este momento, que no terminarían de encajar en el análisis científico que se postula. En todo caso, los problemas no vienen por aquí…

Para Purna, la cuestión aragonesa se organiza en un discurrir entre lo regional y lo nacional, ya que bajo la estricta teoría marxista-leninista, Aragón cumple las condiciones para ser una nación (p. 5). A partir de aquí, el escaso desarrollo de una burguesía propia hizo el resto, dejando al nacionalismo aragonés muy lejos de ser hegemónico -comparado con Euskal Herria o Catalunya-. No todo es fijarse en la burguesía, la ideología es una representación de la relación imaginaria de los individuos con sus relaciones reales de existencia, con sus modos de producción (Althusser (1974), “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”, Écrits). Y sí, Aragón es periferia de muchas cosas, pero sobre todo, del Estado español como centro político, económico o cultural. Lo imaginado es consecuencia de la realidad.

Que en Aragón no se hayan desarrollado las condiciones para que se generara un movimiento nacional de masas, no significa que Aragón como sujeto político haya perdido su proyección como nación (Pueblo en sentido estricto), ni en lo transversal ni en lo revolucionario. Esta es la clave de la ponencia de Purna (p. 7), una renuncia por frustración o imposibilidad (incapacidad) y un fijarse demasiado en la narrativa del XIX. Justo en un momento en el que se plantean desafíos sobre el territorio en la línea del colonialismo interno de siempre (macroplantas de energías renovables), reactualizando las viejas (pero nuevas) tesis de Robert Lafont (La révolution regionaliste, 1967; Décoloniser en France, 1971).

En otro apartado se plantea la construcción identitaria en Aragón y sus contradicciones, con un rápido repaso a los elementos que nos visualizan como pueblo o comunidad histórica, una construcción que se realiza entre la segunda mitad del XIX y principios del XX -como en el resto de naciones, regiones y Estados con pretensiones nacionalizadoras-. Nada que objetar, a pesar de que se obvia lo fundamental a la hora de analizar estas cuestiones, que la cultura no define los procesos de identificación/alterización, la identidad no depende del patrimonio cultural. Los modos en que se organiza la interacción entre grupos y colectivos, con sus agendas identitarias propias, son los que marcan los límites entre unos y otros. Por eso, no tiene mucho sentido abordar el concepto de “cultura aragonesa” en sentido estricto, el voluntarismo y la diferenciación se complican en la dialéctica española del siglo XIX con su relato de imposición reaccionario que tiene un triste colofón con el franquismo y los barros de la Transición. Todo esto viene a explicarse en esta parte de la ponencia, que deja a Aragón y los elementos de la aragonesidad en una posición de asimilación y aculturación. Nuestras lenguas como dialectos, nuestra historia como un apéndice de la construcción nacional española, nuestra cultura como baturrismo pilarista. El análisis es el adecuado, pero al final todo se reduce a qué el sentir mayoritario de la población aragonesa es dual, por lo que las aspiraciones históricas son meras idealizaciones (“fetichismos” en palabras de Purna) que han descuidado la lucha de clase del proletariado. La historia no es un mojón vacío y cuando se habla de precariedad, desarticulación territorial, emigración, represión o colonialismo energético, no cabe mitificar nada. ¿Reactualizamos a Marx?  Michel de Montaigne -filósofo con ascendencia calatayubí- nos describe que “no tenemos otra perspectiva… más que (…) los hábitos del país de dónde somos” (Ensayos, 1579). Esta frase no es cierta al 100% pero resume perfectamente la lógica del aragonesismo combativo que siempre hemos intentado construir.

Todo esto desemboca en la tercera parte de la ponencia, “Internacionalismo proletario y estrategia socialista”, en la que se concreta el socialismo que interpreta Purna y su traducción a la realidad aragonesa. Aquí está el meollo de todo lo que estamos escribiendo, una “oposición frontal a toda forma de nacionalismo”, aunque defendiendo el derecho a la autodeterminación. Poca novedad ya que la diferencia entre los nacionalismos de “gran nación” y los de nación oprimida, da sentido a la propia existencia de la izquierda independentista en las últimas décadas. El horizonte socialista que reconfigura Purna pasaría por la autodeterminación del proletariado y ello implica “la destrucción de todas las estructuras opresivas que lo fraccionan, incluidas las nacionales”, con lo que se produce una divergencia o distorsión al imposibilitar o renunciar a la clave autodeterminística como nación oprimida. El fondo es bueno pero se obvia la interseccionalidad de las luchas, la historia no es lineal, y parece que Purna se conforma con un Aragón obrero aliado de una internacional universal, que dista y mucho de ser una realidad a día de hoy. Los fetichismos invaden todo. Hace un siglo tal vez sí, ahora solo falta observar el hiperindividualismo, el desclasamiento de la gente, el seguimiento de las huelgas, la falta de solidaridad con la unidad obrera… Por eso, las vías efectivas son todas irreales en el escenario actual, y nunca se ha entendido una táctica independentista en abstracto (p. 14), de hecho en Aragón la vía ha sido mayoritariamente republicana, socialista y popular.

Ahora bien, cada una elige sus caminos libremente, en este caso la unidad de acción a nivel estatal, para reorganizar al proletariado, aunque esto pudiera reforzar las estructuras estato-nacionales ya creadas. Mientras que desde otras organizaciones del soberanismo aragonés, caso de Puyalón de Cuchas, se busca esta reorganización o movilización de la clase trabajadora, desde un marco nacional aragonés, siempre solidario con otras realidades. Todas las organizaciones deberían ser herramientas, otra obviedad más, ya que los tiempos y las personas cambian, y en ese contexto poco más podemos aportar. El tiempo nos dirá.

Sin emoción no hay lucha y la identidad -la nacional y todas- requiere de las emociones para su cognición social, reconocimiento y ampliación. En las conclusiones (pp. 16-17), Purna marca su prioridad, que debería ser la de todas: construir un movimiento obrero en el territorio aragonés, pero ratificando su ruptura con el nacionalismo (aragonés). Se reconocen como parte de esta tradición política pero dan el paso hacia un comunismo cuya lógica territorial es otra, en este caso la española (marco estatal), en un análisis de sumar más para la causa. ¿Comodidad? ¿Universalismo de Estado? Muchas dudas…

El método dialéctico de Marx nos plantea que los hechos y los valores no son separables, y que las causas y las consecuencias no son unidireccionales, por lo que al final, por mucho análisis que realicemos -esto sirve para todas las luchas-, nada es inevitable, ya que hay una constante acción y reacción en el devenir histórico de la lucha de clases. Purna ha encontrado su síntesis, opino que equivocada, viniendo de unas coordenadas históricas concretas. Pero es mejor no jugar a ser Dios de nada.